Playas

Y así me apasioné por Salvador de Bahía

Cómo explicar la magia de Salvador. Hay que caminar sus calles centenarias y mirar la Bahía de Todos los Santos para comprender por qué es una de las ciudades más fascinantes de América Latina. La capital del Estado de Bahía fue la primera del país, y guarda ese esplendor de antaño en uno de los cascos históricos mejor preservados de la época colonial: el famoso Pelourinho. Alrededor de este casco se extiende una enorme metrópolis, la mayor del nordeste brasilero, escenario de contrastes entre los altos edificios del centro y los barrios más humildes de los morros. Como en todas las ciudades grandes de Brasil, hay que andar con cuidado, pero los sitios más turísticos están bien vigilados y, con un poco de sentido común (no ostentar joyas ni cámaras caras, no apartarse de la multitud y tomar taxis a la noche), los turistas no tienen ningún problema.

Para muchos Salvador no será tan esplendorosa como Rio de Janeiro, y tampoco encontrarán aquí un oasis tropical como Natal o Pipa. Sin embargo, la capital bahiana tiene una energía poderosa como pocos lugares, quizás por ser la ciudad brasilera con más influencia africana. La confluencia de religiones, músicas y gastronomías forman un panorama cultural cautivante; y hay que darse unos días para conocerlos más a fondo y dejarse atrapar por la magia de Bahía. Tierra de capoeira, de afoxé, de candomblé, de la mejor feijoada del territorio. Del carnaval más divertido del mundo. Como ellos mismos le dicen, Bahía, “terra da alegría”.

 

Diez cosas que me enamoraron de Salvador de Bahía

1. El Pelourinho. El casco histórico es el conjunto de construcciones coloniales más grande de América, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero estas credenciales poco importan al lado de lo especial que es recorrer cada calle empedrada del “Pelô”, de lo lindo que es perderse entre las casas antiguas, plazas e iglesias, todas pintadas de colores y yuxtapuestas de forma armónica y desordenada a la vez. Galerías, restaurantes, bares, casas de souvenirs, museos y centros culturales ocupan hoy los eclécticos edificios, que combinan arquitecturas de los siglos XVI al XIX. Del Pelourinho me gustó especialmente ver capoeira en vivo en la Plaza da Sé y descubrir la vista maravillosa desde la plaza al final del Largo Santo Antonio.


De casas coloridas y alegres, Pelo es uno de los cascos históricos mejor preservados

 

2. El contraste entre dos “ciudades”. Así es: Salvador se divide en “Cidade Alta” (en lo alto de una ladera, donde se encuentra el Pelourinho) y la “Cidade Baixa” (a orillas de la Bahía). Ambas se conectan por el Elevador Lacerda, uno de los emblemas de la ciudad, aunque también hay buses que hacen el recorrido entre ambas, y un trencito antiguo (el funicular) con un trayecto más vertiginoso. La vista desde arriba es impresionante: el mar azul, las islas a lo lejos, los barquitos yendo y viniendo, las construcciones antiguas enmarcando el puerto. Desde abajo, sin embargo, se ve más la vida del pueblo, con algunos paseos turísticos interesantes como el Mercado Modelo o São Joaquim.


Vista desde arriba del Elevador Lacerda

 

3. La cocina típica. La primera noche en Salvador me recibió con un trago de “cravinho” (una bebida muy fuerte preparada con clavo de olor) en uno de los calurosos bares frente a la Plaza da Sé. Fue el primero de una larga lista de sabores típicos que fui descubriendo: el “acaí na tigela” (fruto autóctono de la región, muy energizante), la moqueca (sopa de pescado y leche de coco, deliciosa), el acarajé (bollo de harina de maíz relleno de mariscos que se vende en las calles cual tortafritas). La feijoada es más nacional, pero en ningún lado la preparan como en Bahía, su tierra de origen. Y saliendo de la gastronomía típica, hay espetos corridos más variados y lugares donde se puede comer toda la pizza del mundo por un precio fijo.


Tipo tentempié, un rico acarajé

 

4. La danza. “Baiana é aquela que entra no samba de qualquer maneira”… Esa frase de Falsa Baiana, uno de mis sambas preferidas, resonó en mí toda la noche que pasé bailando en Sovaco de Cobra, un descolorido local escondido en una calle del Pelourinho, con sambistas en vivo y algunos salvadoreños dando cátedra en el arte de sambar. Pero el momento para experimentar el ritmo bahiano más puro es el martes a la noche en el Pelourinho, cuando se celebra la “Terça da Bençao”. Aunque hay música en vivo en varios lugares, el punto de encuentro tradicional son las escalinatas de la Igreja do Passo, donde toca Gerónimo, una banda de afoxé increíble.

Para encontrar una movida más bolichera hay que ir a Rio Vermelho, uno de los barrios costeros más lindos, en donde los fines de semana abre un bar al lado del otro para sentarse a tomar cerveza o caipirinha. Allí también se hacen fiestas electrónicas en algunas discotecas con balcón al mar.

 

5. El legado de Michael. Acá, en este mismo punto, mi padre me trajo a ver a Michael Jackson grabar el videoclip del Pelourinho”. Como fan del Rey del Pop, no pude sino emocionarme. Con la piel de gallina, recordé los tambores de Olodum (gran icono de la música bahiana) en el citado video, a partir del cual la ciudad pasó a rendir un culto particular al cantante. Incluso en un balcón del Pelourinho hay una foto tamaño natural de Michael, y en barrios más alejados vi murales pintados en su honor. Sé que es un mínimo detalle de todo lo que hay para descubrir de Salvador, pero a mí me bastó para caer rendida a los pies de la ciudad.


Arriba, a la izquierda, se ve la gigantografía de Michael Jackson

 

6. La puesta de sol en el Farol da Barra. La playa Porto da Barra es la más popular de la ciudad. Es bien urbana, rodeada de muros y con una franja de arena no demasiado ancha, pero tiene buenas olas y es un lindo lugar para tomar sol y cerveza toda la tarde, sintiendo la vibra local. Lo mejor es el Farol da Barra, una antigua fortaleza sobre las rocas donde se ve algo bastante inusual en la costa brasilera: el atardecer sobre el mar.

 

7. La costanera interminable. La avenida costera de Bahía se extiende muchos kilómetros, mostrando un paisaje cada vez más espectacular. Es muy lindo pasear por las orlas de Ondina, Rio Vermelho y Pituba, cerca del centro. Para encontrar playas más despobladas hay que alejarse unos 30 kilómetros hacia el norte, donde nos sorprenden las olas verdes de Corsario, Itapua y Stella Maris. Cuanto más avanzamos, más infrecuentes son las barracas de playa y más grandes las dunas. Praia do Forte es la preferida de los salvadoreños, un pequeño pueblo veraniego muy lindo para conocer por el día.


Praia do Forte, verde y relajante

 

8. La alegría de los habitantes. Tuve la suerte de ver un partido de fútbol en un bar de barrio mientras jugaban los dos equipos locatarios, Bahía y Vitoria. En mi mesa había hinchas de ambos compartiendo una “cerveja” tras otras. Ese rato nada más condensó todo lo que me gusta de la alegría bahiana. Nunca falta una sonrisa, una “brincadeira”, una canción espontánea. Los bahianos siempre están dispuestos a mostrarte su cultura con orgullo y hacerte partícipe de su estilo de vida distendido, tan sosegado como su acento.

 

9. El Carnaval. Y si cualquier día es de festejo en Salvador, imaginen lo que es el Carnaval. La ciudad –y miles de turistas- salen a la calle a celebrar como si se terminara el mundo. No hay palabras para describir la felicidad de bailar axé detrás de los “tríos elétricos” (los camiones donde van cantantes famosos representando las distintas agrupaciones). Los salvadoreños están todo el año ahorrando para vivir esta fiesta, y guardan los collares de su grupo como un tesoro. Para bailar en un bloco cerca de los “tríos elétricos” hay que pagar una entrada con bastante antelación y, si se quiere ver el desfile desde un lugar más VIP, se puede reservar un camarote. Pero si no queremos pagar entrada, podemos bailar desde fuera de los cordones de los blocos; o ir a alguna de las muchas fiestas que se hacen en las barracas.


El famoso Carnaval de Bahía es realmente una fiesta imperdible

 

10. Las cintas en la Basílica do Bonfim. Salvador tiene cientos de iglesias maravillosas, algunas revestidas de lujo y otras más pequeñas y abandonadas. Pero la que más me impactó fue la de Nosso Senhor do Bonfim, y no solo por situarse en uno de los puntos panorámicos más lindos de la “Cidade Baixa” (la “Sagrada Colina”, en la Península de Itapagipe). Lo que me cautivó fueron las miles y miles de cintitas atadas en sus barandas, las famosas “fitas” que todos se traen de souvenir y que varias señoras venden en la puerta. Dicen que hay que pedir un deseo mientras se atan y que a la larga se cumple. Por supuesto, yo pedí volver a Salvador.


Las famosas "fitas" que todos se traen de souvenir

 

Más Bahía: Salvador es una ciudad maravillosa, pero para disfrutar playas verdaderamente paradisíacas y descansar unos días hay que ir a alguno de los balnearios cercanos. Morro de São Paulo es la opción imperdible, una isla espectacular a solo dos horas en barco desde el puerto de Salvador. Cerca está Boipeba, de perfil más bajo y con menos visitantes, pero igualmente hermosa. Al sur, Itacaré es la preferida de los surfistas durante el verano. Y hacia el norte, a unos 70 kilómetros, está el complejo Costa do Sauípe, con resorts All Inclusive, canchas deportivas, spas y actividades para no aburrirse nunca.

 

¡Viajá a Salvador ahora y disfrutá de un viaje superdivertido con amigos o familia!

 

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