Santiago de Chile, lugar de muchas opciones

¿Por qué será que cuando planeamos un viaje pensamos automáticamente en Norteamérica o en Europa? O incluso en Asia u Oceanía. Y es que sin querer queriendo creemos que lo mejor está bien lejos. Y sin embargo, qué equivocados que estamos. América del Sur tiene su encanto. Cada rincón tiene su historia, su cultura, su gente y su idiosincrasia. Sus costumbres, sus maneras y sus curiosidades. De eso se trata viajar. De descubrirlas. De aprender. Y de darse.

Santiago de Chile tiene mucho de eso. Aunque se encuentra en nuestro mismo continente y habla nuestro mismo idioma, su geografía, su historia y su gente son muy diferentes a las nuestras. Para empezar, en la sola capital chilena vive prácticamente el doble de personas que habita nuestro país. Eso significa: mayor concentración poblacional en un mayor territorio, con una geografía mucho más variada y con una enorme variedad de actividades para hacer. ¡Qué cosa más linda! Ese fue mi primer pensamiento cuando decidí emprender el viaje. Y así partí a la Cordillera, sin saber mucho y esperando otro tanto.

Santiago es una ciudad extremadamente desarrollada. Muchos la piensan como un destino de negocios. Sin embargo, la ciudad tiene mucho más para ofrecer. Y me corrijo, muchísimo más para ofrecer.

Su gente es amable y su calle es revoltosa; y es tanta la gente que, en horas pico, el tráfico se multiplica. Pero que no cunda el pánico: la ciudad está muy bien organizada y las cientos de reglas que ordenan el tránsito evitan tanta congestión de autos y personas.

Para trasladarnos, lo mejor es el metro y el bus. También hay taxis y otras tantas opciones, pero las dos primeras son las más baratas. Incluso podemos comprar un ticket que nos permite combinar ambos medios de transporte para movernos de una punta a la otra de la ciudad, según nos quede mejor.

Y qué linda que es Santiago al amanecer. El río Mapocho que cruza la ciudad, las montañas que la rodean, y las construcciones supermodernas que la pueblan. Parece una postal. A esa hora especialmente, cuando la ciudad apenas despierta, es que creemos que no podremos conocerla nunca, a fondo, como de verdad queremos conocerla, y entonces, con la mente un poco más clara, caemos en la cuenta que de verdad no podremos recorrerla entera. Por lo menos no en un viaje de tres días, como el mío. Por eso, porque Santiago nos ofrece mil opciones, detallo a continuación un solo museo, un solo parque, un solo barrio, entre otros tantos “un solo”, que como turistas no podemos dejar de visitar.

Un museo. Museo Nacional de Bellas Artes.

No hay viaje que no incluya una visita a un museo. Y en Santiago, ese museo local no es otro que el principal de la ciudad: el Museo Nacional de Bellas Artes. Abre todos los días de la semana, menos el lunes, la entrada es gratuita para todo público y, además, desde 2015 está conectado desde adentro con el Museo de Arte Contemporáneo, por lo que, en este caso, conocer un museo significa visitar dos.

Tiene un estilo neoclásico muy característico, su construcción data de principios de 1900 y es precioso por dentro y por fuera. Su techo vidriado permite la entrada de luz natural, su escalera de hierro forjado le da aires de majestuosidad y su arquitectura en general es digna de admiración.

Se ubica en el centro de Santiago, al lado del Parque Forestal, y aunque solo exhibe una pequeña selección de obras, su colección está compuesta por más de cinco mil piezas. ¡Impresionante! Obras del tipo: pinturas italianas, españolas y flamencas, colección de grabados, dibujos y fotografías, y un conjunto de esculturas africanas, todas de autores nacionales y extranjeros de diferentes periodos de la historia del arte.

Un parque. Parque Metropolitano de Santiago.

Santiago de Chile no tiene costas ni playas y eso hace que los locatarios valoren tremendamente los espacios verdes de esparcimiento. El Parque Metropolitano de Santiago es el parque urbano más grande de Latinoamérica y el cuarto más grande del mundo. Abarca grandes cerros e incluye al zoológico nacional, imperdible. Además es de fácil acceso, por lo que no hay excusa para no visitarlo: se puede llegar en auto, a pie o en funicular.

Se encuentra abierto todos los días de la semana, en un horario muy extenso, y nos permite conocer su Jardín Botánico, el Santuario de la Inmaculada Concepción y, en verano, habilita sus dos piscinas para que podamos refrescarnos. Además, la vista que se obtiene desde allí es única.

Un cerro. Cerro San Cristóbal.

Este cerro se encuentra en el Parque Metropolitano de Santiago y, en su cima, se ubica precisamente el Santuario de la Inmaculada Concepción. Si el tiempo acompaña, podemos ver casi todo Santiago desde alguno de sus miradores, ya que este es el segundo punto más alto de la ciudad. La vista es impresionante y sumamente disfrutable. A sus pies se encuentra el barrio Bellavista.

Se puede subir a pie, en bicicleta o en auto y son, aproximadamente, cinco kilómetros de subida. En la cima podremos probar lo que los chilenos llaman “mote con huesillo”, que es una especie de bocado de calle, muy dulce.

Un barrio. Barrio Bellavista.

El que algún tiempo atrás fue un barrio de familias aristocráticas, hoy es un lugar popular que reúne a la juventud (y no tan jóvenes) en torno a centros culturales, de gastronomía, y unos cuantos bares. Sin duda, es uno de los barrios más lindos de Santiago. Está repleto de colores, y ofrece cuanta propuesta busquemos.

Se ubica entre la ribera norte del río Mapocho y el Cerro San Cristóbal y es posible llegar a través del Metro de Santiago (más precisamente: Estación Baquedano). No importa el bolsillo, Bellavista cuenta con todo tipo de opciones: restaurantes de alta cocina y bares con cerveza de bajo costo.

Durante el día podemos visitar la casa de Pablo Neruda, que hoy es un museo y que abre de martes a domingo. Desde allí mismo también podemos ingresar al Parque Metropolitano de Santiago.

Lo mejor es, sin embargo, visitar Bellavista de noche. El barrio es un tanto bohemio y, cuando anochece, hay mucho para ver y disfrutar. Y claro que estando en Chile no podemos dejar de tomar un Pisco. Otra cosa a tener en cuenta es que allí la cerveza y el vino son baratos.

Una plaza. Plaza de Armas de Santiago.

Este es el núcleo del centro histórico de Santiago y su creación data de 1541, misma fecha en que se fundó la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura. Es prácticamente una visita obligada y en sus costados concentra tantos sitios de interés que vale la pena visitarla. 

En sus lados se encuentran la Catedral Metropolitana de Santiago, el Correo Central, el Museo Histórico Nacional y la Ilustre Municipalidad de Santiago. Muy cerca también encontraremos el Museo Chileno de Arte Precolombino y el famoso Palacio de la Moneda (sede presidencial). Un poco de historia nunca está de más en un viaje, ya que nos permite conocer un poco más a la otra cultura y sus raíces.

Un mercado. Mercado del Puerto.

Primera advertencia del lugar: el olor no es de lo más agradable. Dicho eso, hay que decir que la visita al Mercado del Puerto sí que vale la pena, especialmente para disfrutar de un rico almuerzo.

Como es obvio, el mejor almuerzo será un rico pescado. En general es barato e incluso el salmón, que aquí no es tan accesible, allí lo es. Este lugar sería como nuestro Mercado del Puerto, repleto de restaurantes para probar su gastronomía del mar. ¿Mi recomendación? Probar las delicias de Donde Augusto, con productos superfrescos y a precios razonables.

Lo bueno, además, es que se encuentra muy cerca de la Plaza de Armas y, por lo tanto, del Parque Metropolitano de Santiago y del Cerro San Cristóbal.

Un shopping. Mall Alto Las Condes.

No importa a dónde vayamos, ir de compras es un infaltable. Este shopping es espectacular, por donde se lo mire. Es perfecto para comprar porque tiene cientos de tiendas, es ideal para merendar porque tiene locales como Havanna o Starbucks, y también es fantástico para ir a divertirse porque tiene sitios de entretenimiento.

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